Libertad Religiosa Unión Argentina

Declaraciones sobre temas polémicos: SOCIOLOGÍA

Declaraciones sobre temas polémicos: SOCIOLOGÍA


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1) Ambiente de trabajo. La Asociación General reconoce su responsabilidad de mantener un ambiente de trabajo libre de acosos para todoslos empleados. Procura alcanzar este ambiente mediante la educación de sus empleados mostrando que el acoso viola la ley y no será tolerado en laAsociación General. Ésta también procura prevenir el acoso mediante la publicación de este reglamento, el desarrollo de las sanciones apropiadaspor la mala conducta, y la información a todos los empleados de que tienen el derecho a quejarse por el acoso.

Para mantener un ambiente de trabajo libre de acoso y ayudar a prevenir una conducta inapropiada en el lugar de trabajo, la Asociación Generalprocurará seguir las siguientes acciones:

  1. a) Cada empleado recibirá una copia de este reglamento sobre el acoso y procedimiento para las quejas;
  2. b) Cada empleado informará del recibo de este reglamento y procedimiento de quejas, que será mantenido en el legajo personal del empleado;
  3. c) La Asociación General ha designado al director del servicio de Recursos Humanos y a los directores asociados como las personas a quienespueden presentarse las quejas de acoso, además del director del departamento del empleado.2) Conducta personal. Los empleados de la Asociación General han de ejemplificar una vida semejante a la de Cristo, y deben evitar toda aparienciade mal. No deben ocuparse en conductas que sean perjudiciales para ellos mismos o para otros, o que arrojen una sombra sobre su dedicación alestilo de vida cristiano. Los empleados deben respetarse y ayudarse mutuamente. Los empleados nunca deberían ser puestos en situaciones embarazosas, de falta de respeto o de acoso por causa de su género, raza, color, origen, nacionalidad, edad o incapacidad. Hacerlo es una violación de la ley de Dios y de las leyes civiles que protegen los derechos humanos y que gobiernan la conducta en el lugar de trabajo.3) Acoso sexual. El acoso sexual es una forma de acoso, e involucra insinuaciones sexuales inoportunas, pedidos de favores sexuales u otros comportamientos verbales, escritos o físicos de naturaleza sexual cuando:
  4. a) Someterse a tal conducta se señala, explícita o implícitamente, como una condición o requisito para el empleo de la persona; o
  5. b) Someterse o rechazar esa conducta se usa como base para las decisiones de empleo que afectan a la persona; o

çc) Tal conducta tiene el propósito o el efecto de interferir de manera irrazonable con la realización de las tareas de una persona, o crea un ambiente intimidatorio, hostil u ofensivo. 4) Conducta inapropiada. La conducta inapropiada del empleador, compañeros de trabajo o, en algunos casos, de no empleados, incluye pero no se limita a:

  1. a) Cualquier presión sutil u otra, o pedido de favores o actividades sexuales, incluyendo cualquier sugerencia de que el solicitante o el empleado que acepta o que rechaza los requerimientos sexuales tendrá efectos en el empleo de esa persona o en las condiciones de empleo;
  2. b) Flirteos sexuales o propuestas molestas;
  3. c) El toque innecesario o inapropiado de naturaleza sexual o abusiva (por ejemplo, dar palmadas, pellizcar, abrazar, roces repetidos contra el cuerpo de otra persona, etc.);
  4. d) La exhibición de figuras, dibujos, caricaturas u objetos sexualmente sugerentes;
  5. e) Amenazas o demandas de favores sexuales;
  6. f) Declaraciones inoportunas o derogatorias con respecto al género, la raza, el color, el origen nacional, la edad o la incapacidad (por ejemplo,bromear, molestar, chistes degradantes o comentarios ofensivos o travesuras);
  7. g) Comentarios degradantes o que menosprecian la apariencia personal de una persona;
  8. h) Negar a un empleado la oportunidad de participar en un entrenamiento o curso por causa del género, la raza, el color, el origen nacional, la edad o la incapacidad;
  9. i) Limitar las oportunidades para la promoción, el traslado o el ascenso por causa de género, raza, color, nacionalidad, edad o discapacidad; o
  10. j) Requerir a un empleado que realice tareas más difíciles, o asignarle trabajos menos deseables, con el fin de forzarlo a retirarse del empleo o renunciar a él.; 5) Informes de incidentes. Los empleados que creen que han sido acosados deberían dar inmediatamente los siguientes pasos:
  11. a) Aclarar que tal conducta es ofensiva y que debería ser detenida inmediatamente;
  12. b) Informar del incidente al director de su departamento o al director o directores asociados de Recursos Humanos. Al informe inicial debe seguir una declaración escrita describiendo el incidente e identificando a testigos potenciales.;; 6) Informes respecto de terceros. Los empleados que sepan de incidentes potenciales de acoso en el lugar de trabajo hacia otras personas deben informar de los incidentes al director de su departamento, o al director o directores asociados del servicio de Recursos Humanos para que se investigue. 7) Investigación. Las quejas por acoso deben ser atendidas inmediatamente y mantenidas en reserva hasta donde sea posible. 8) Una violación de este reglamento puede resultar en una medida disciplinaria, suspensión y hasta el despido del empleado. 9) Prohibición de represalias. La Asociación General prohíbe las represalias contra los empleados que presenten quejas de acoso.

Este documento fue adoptado por el Servicio de Recursos Humanos de la Asociación General el 20 de marzo de 2000, y refleja la práctica de la División Norteamericana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.

Pautas

1) Conducta personal. Los empleados en organizaciones denominacionales han de ejemplificar una vida semejante a la de Cristo, y deberíanevitar toda apariencia de mal. No deberían ceder ni por un momento en una conducta sexual que sea dañina para sí mismos o para los demás, yque arroje una sombra sobre su consagración a un estilo de vida cristiano.2) Respeto mutuo. Los empleados deben respetarse y ayudarse unos a otros. Nunca deben poner a otro empleado en una situación embarazosa ode falta de respeto debido a insinuaciones sexuales. Hacerlo sería violar la ley de Dios y las leyes del país que protegen los derechos humanos en sulugar de trabajo. 3) Definición. Acoso sexual incluye, aunque no se limita a, lo siguiente:

  1. a) Insinuaciones sexuales inoportunas, solicitud de favores sexuales, y otras conductas verbales o físicas de naturaleza sexual que afectan la situación de empleo de una persona. Tales insinuaciones constituyen; acosos sexuales cuando:

(1) El sometimiento a tal conducta se ponga explícita o implícitamente como condición para el empleo de una persona.(2) El sometimiento o el rechazo de tal conducta sea usado como una base que afectará la decisión de emplear a tal persona.(3) Tal conducta tenga el propósito o el efecto de interferir de manera irrazonable con la realización del trabajo de una persona, o crear un ambiente que produzca intimidación, hostilidad o que sea ofensivo. (4) Se hagan amenazas o sugerencias de que el trabajo futuro, promociones, salarios, etc. de una persona dependan de si se somete a las demandassexuales o tolere el acoso.

  1. b) Comentarios inoportunos orientados hacia el sexo (fastidiar, bromear, decir chistes subidos de tono, etc.); c) Presiones sutiles o pedidos de actividad sexual; d) Tocar innecesariamente a la persona (pellizcar, dar palmaditas, abrazar, rozar repetidamente el cuerpo de otra persona, etc.); y e) Pedido de favores sexuales.

4) El ambiente de trabajo. Las organizaciones denominacionales informarán a sus empleados de que el acoso sexual en el lugar de trabajo no serátolerado. Se espera que todos los empleados eviten conductas o comportamientos inoportunos que pudieran ser interpretados como acoso sexual.Cada organización designará a un hombre y a una mujer a quienes se les podrán presentar las quejas que hubiere.5) Información de incidentes. Si un empleado recibe acoso sexual de supervisores, colegas empleados, clientes o personas no empleadas, se seguirán de inmediato los siguientes pasos: a) Se indicará claramente que esa conducta es agraviante. b) Se informará del incidente a la persona apropiada. Si es; posible, presentando la queja por escrito. c) Se analizará la situación en forma objetiva y completa, y se advertirá a la persona que planteó la queja de que no debe hablar del tema con ninguna otra persona por causa de lo delicado de la situación. La persona que recibe la queja debe conservar la información en estricta confidencia,excepto lo que sea necesario para investigar o rectificar el problema. 6) Informes de terceras personas. Todos los empleados que sepan de incidentes de aparente acoso sexual en el lugar de trabajo son responsables de informar estos incidentes a la persona apropiada para que se investigue.; 7) Investigación. Las quejas de acoso sexual deben investigarse con prontitud. La determinación de si cierto acto específico constituye acoso sexual o no, se hará en base a los hechos, caso por caso. Al determinar si cierta conducta mencionada constituye acoso sexual, el supervisor o la persona apropiada considerará el registro como un todo y la totalidad de las circunstancias, tales como la naturaleza de las insinuaciones sexuales y el contexto en que ocurrió el incidente. 8) Acción.Si realmente existió acoso sexual, los dirigentes apropiados tomarán una medida correctiva expedita. La disciplina puede variar desde una advertencia escrita, de la cual una copia se guarda en el legajo de la persona que ofendió a la otra, hasta el despido inmediato, dependiendo de lagravedad del acto.

Estas orientaciones fueron adoptadas por la Junta Directiva de la Asociación General en la sesión del Concilio Anual realizado en Nairobi, Kenia, el 6 de octubre de 1988. Este documento fue posteriormente

expandido para incluir todas las formas de acoso (ver el documento en la página siguiente).

La Iglesia Adventista del Séptimo Día aprecia el esfuerzo singular que las mujeres realizan al cumplir la misión de la iglesia de difundir el evangelio.Parte de esa misión involucra satisfacer las necesidades físicas, intelectuales y sociales de quienes nos rodean, así como lo hizo Jesús cuandovivió sobre esta Tierra. La investigación indica que existen seis grandes desafíos en la vida de todos los seres humanos, y de las mujeres en particular, los cuales son: alfabetización, pobreza, abuso, salud, horas y condiciones de trabajo, y oportunidades para su adiestramiento. Para satisfacer mejor estas necesidades, la Oficina del Ministerio de la Mujer de la Iglesia Adventista ha lanzado un énfasis especial sobre la alfabetización para 1995.La incapacidad de leer impacta todos los aspectos de la vida de una persona: poder adquisitivo, oportunidades de carrera, acceso a las informaciones sobre el cuidado de la salud, y aun la capacidad de criar adecuadamente a sus hijos. Sin la habilidad de leer, pocas puertas de oportunidad se abrirán ante ellas.Enseñar a leer crea posibilidades sin límites para las personas con el fin de informarse sobre temas tales como carreras, salud, cómo ser padres y elmatrimonio, y ofrece a los maestros oportunidades inmejorables para afectar; la vida de ellas mediante el ministerio.Los adventistas reconocen una razón más vital para compartir el don de la lectura. Creemos que la capacidad para leer la Palabra de Dios, las buenas nuevas de la salvación, no debería reservarse para unos pocos privilegiados.Afirmamos que cada hombre, mujer y niño debe tener acceso a las verdades y al poder elevador de la Biblia.

Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM) y fue publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de

la Asociación General celebrado en Utrecht, Holanda, entre el 29 de junio y el 8 de julio de 1995.

Los adventistas basamos nuestra esperanza en la vida, muerte y resurrección de Cristo, y esperamos gozosamente la consumación de esa esperanzaen el pronto retorno de Jesús. Fundamentamos nuestra fe en las enseñanzas de las Escrituras, y creemos que el paso del tiempo es significativoporque nos acerca al acontecimiento más maravilloso que jamás será presenciado por ojos humanos. Sin embargo, aunque esperamos ansiosamenteel retorno visible de Cristo, no especulamos sobre el momento histórico preciso cuando ese acontecimiento sucederá, ya que Jesús nos dijo: “No ostoca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su; sola potestad” (Hech. 1:7).; Por consiguiente, como adventistas no atribuimos ningún significado religioso a la terminación de un milenio ni al comienzo de uno nuevo. El año 2000 no tiene significado profético particular; no se lo menciona en la Biblia, y cualquier especulación con relación a su significado religioso debe ser rechazada. Sin embargo, sabemos que cada año que pasa nos lleva más cerca del retorno de nuestro Señor.

Comprendemos que el paso de un milenio a otro tiene un impacto emocional significativo en los seres humanos. Nadie de los que estamos vivosha experimentado un evento tal. Muchos están llenos de preocupación, expectación e incluso temor, a medida que nos aproximamos al año 2000.Aunque muchas personas están aprensivas ante el desorden en la naturaleza y en la sociedad, nuestro Señor dice: “No se turbe vuestro corazón...” (Juan 14:1). Por lo tanto, como adventistas, compartimos la esperanza de un futuro glorioso que llegará a ser realidad en el momento designado porDios.

Esta declaración fue votada durante el Concilio Anual de la Junta Directiva de la Asociación General el 29 de septiembre de 1999 en Silver Spring, Maryland, EE.UU.

Una declaración

En nombre de todos los que asistimos al 58º congreso mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día aquí, en St. Louis, deseamos expresarnuestra conmoción y horror ante los actos de terror, brutalidad y extremismo sin sentido vistos hoy en Londres. Nuestros pensamientos y oraciones están con los heridos y desconsolados.Estamos viviendo en un mundo crecientemente inestable y peligroso.Reconocemos que existen los que equivocadamente ven la violencia como la manera de promover su causa, pretendiendo que su causa es absoluta y está plenamente justificado destruir vidas.Los adventistas somos personas de paz y compasión. Nuestro Señor es el Señor de la paz. Como pueblo, inequívocamente condenamos la violencia como una solución. Las iglesias en el sur de Inglaterra están abiertas para oraciones especiales, y el Centro Adventista, cercano a una de las explosiones en el centro de Londres, permanece abierto para atender las necesidades de los que están en el área. La iglesia está en contacto con capellanes de hospitales en el área proveyendo apoyo en la medida que se necesita.Tristemente, vivimos en un mundo en el que estas atrocidades continúan ocurriendo. Es una señal de los tiempos en los que vivimos. Pero aunen el contexto de la aflicción agradecemos a Dios por la esperanza que él da a todos los que creen. Anhelamos que llegue el momento cuando el pecado, la muerte y el sufrimiento no existan más. Cuando regrese Jesús.

Emitido por el Departamento de Comunicación de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en el 58º Congreso de la Asociación General, realizado en St. Louis, Missouri, Estados

Unidos de Norteamérica, el 7 de julio de 2005.

Silver Spring, Maryland, Estados Unidos – La Iglesia Adventista del Séptimo Día expresa su profunda preocupación por la violencia prevaleciente en el noreste del Congo, que continúa acarreando pérdida de vidas, miseria y sufrimiento a hombres, mujeres y niños inocentes. La iglesia está preocupada por el bienestar de sus miembros y por la operación de las organizaciones eclesiásticas en la región, y está igualmente preocupada por el empeoramiento de la situación humanitaria en el Congo y en otras áreas de la región. Cientos de miles de personas inocentes viven con temor, y son desplazadas y quedan sin hogar.

Los adventistas del séptimo día se unen a los llamamientos a todos los involucrados en el conflicto en el Congo a cesar las actividades militares y recurrir a métodos pacíficos para resolver cualesquier asuntos que puedan estar causando las hostilidades. El diálogo y las negociaciones son preferibles a la violencia y al grito de guerra.

La iglesia también urge a la comunidad internacional a intensificar los esfuerzos para poner fin a la crisis. Los principios cristianos, morales y éticos de los derechos humanos y las negociaciones de buena fe que sean razonables para todos los afectados impulsan esta exhortación. Además de su compromiso de participar en una respuesta humanitaria, la iglesia también llama a todos los que se conmueven por la situación bélica en el Congo a responder con simpatía para aliviar el sufrimiento y la miseria en la región.

Algunos informes periodísticos han denunciado que el general Laurent Nkunda, líder del Concilio Nacional para la Defensa del Pueblo, es afiliado a nuestra iglesia. Él nunca prestó servicios como pastor adventista del séptimo día. Si bien a veces ha optado por asistir a la iglesia, no es consideradocomo un miembro activo de la iglesia. Su conducta y su referida participación en el conflicto no representa los valores y el estilo de vida adventistas.;

Esta declaración oficial en nombre de la Iglesia Adventista del Séptimo Día fue emitida el 2 de diciembre de 2008 por el Departamento de Comunicación de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, Silver Spring, Maryland, EE.UU.

A propósito del 50º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos

Desde sus mismos comienzos, a mediados del siglo XIX, la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sostenido los derechos humanos. Inspiradospor los valores bíblicos, los primeros adventistas estuvieron involucrados en la lucha contra la esclavitud y la injusticia. Reclamaban el derechode cada persona a elegir las creencias de acuerdo con su conciencia, y a practicar y enseñar su religión con toda libertad, sin discriminación, siempre respetando los iguales derechos de los demás. Los adventistas están convencidos de que el ejercicio de la fuerza en la religión es contrario a los principios divinos.Al promover la libertad religiosa, la vida familiar, la educación, la salud, la asistencia mutua y la satisfacción de las clamorosas necesidades humanas, los adventistas afirman la dignidad de la persona humana creada a imagen de Dios.En 1948 la Declaración Universal de los Derechos Humanos fue escrita y adoptada por personas que habían salido de la destrucción sin precedentes, la desorientación y la angustia de la Segunda Guerra Mundial. Esta experiencia desgarradora les dio una visión de un mundo futuro de paz y libertad, y el deseo de verlo. La Declaración Universal, salida de la parte mejor y más elevada del corazón humano, es un documento fundamental que apoya firmemente la dignidad humana, la libertad, la igualdad y la no discriminación de las minorías. El Artículo 18, que sostiene la libertad religiosa incondicional para creer y practicar la religión, es de importancia especial, porque la libertad de religión es el derecho humano básico que subyace y sostiene todos los demás derechos humanos.Hoy, la Declaración Universal de los Derechos Humanos es a menudo violada, y en particular el Artículo 18. La intolerancia, frecuentemente,muestra su horrible cabeza, a pesar del progreso de los derechos humanos logrados en muchas naciones. La Iglesia Adventista del Séptimo Día anima a las Naciones Unidas, a las autoridades de los gobiernos, a los líderes religiosos, a los creyentes y a las organizaciones no gubernamentales, a trabajar en forma consistente en favor de la puesta en práctica de esta Declaración.Los políticos, los dirigentes sindicales, los maestros, los empleadores, los representantes de los medios y todos los líderes de opinión deberíanapoyar firmemente los derechos humanos. Esta sería una respuesta al creciente y violento extremismo religioso, a la intolerancia, a los crímenes por odio y a la discriminación, ya sean basados en la religión o en un secularismo antirreligioso, y ayudaría a reducirlo. De este modo, la Declaración Universal crecería en importancia práctica y brillo, y nunca llegaría a ser un documento irrelevante.

Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General el 17 de noviembre de 1998, y difundida por la Oficina de Asuntos Públicos de la Asociación General.

En un mundo devastado por el pecado, se multiplican los amargos frutos de la codicia, la guerra y la ignorancia. Aun en las así llamadas “sociedades opulentas” los desamparados y los pobres constituyen poblaciones crecientes. Más de 10.000 personas mueren de hambre cada día. Dos mil millones de personas más están mal nutridas, y miles más se convierten en ciegos cada año por causa de deficiencias en la dieta. Aproximadamente dos tercios de la población del mundo está atrapada en un ciclo de hambre, enfermedad y muerte.Hay quienes son culpables por su propia condición, pero la mayoría de estas personas y sus familias se encuentran desamparadas por eventos políticos, económicos, culturales y sociales, que en su mayor parte están fuera de su control.Históricamente, los que están en tales circunstancias han encontrado socorro y auxilio en el corazón de los seguidores de Cristo. La Iglesia Adventista organizó instituciones compasivas que más tarde fueron asumidas por agencias del gobierno, o viceversa. Estas agencias, aparte de cualquier trivialidad ideológica, reflejan el reconocimiento de la sociedad de que es en bien de sus propios intereses tratar en forma compasiva a los menos afortunados.Los especialistas en ciencias sociales nos dicen que una cantidad de males encuentra terreno fértil en la pobreza. Sentimientos de desesperanza, de alienación, de envidia y de resentimiento, a menudo conducen a actitudes y conductas antisociales. Luego la sociedad tiene que pagar los efectos posteriores de tales males por medio de tribunales, prisiones y sistemas de asistencia social. La pobreza y el infortunio, como tales, no son la causa de los crímenes y no proporcionan excusas por ellos. Pero cuando se deniegan las demandas de compasión, es muy posible que sigan el desánimo y aun el resentimiento.La demanda de compasión cristiana está bien fundada. No surge de ninguna teoría de contratos sociales o legales, sino de la clara enseñanza de laEscritura: “Oh hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte antetu Dios” (Miq. 6:8).El capítulo 58 de Isaías es precioso para los adventistas. Vemos en este capítulo nuestra responsabilidad como quien debe ser “reparador de portillos, restaurador de calzadas para habitar” (vers. 12).Se llama a restaurar y “desatar las ligaduras de impiedad”, a partir “tu pan con el hambriento... a los pobres errantes albergues en casa... cuandoveas al desnudo, lo cubras” (vers. 6, 7). Así, como reparadores de brechas, debemos restaurar y cuidar de los pobres. Al cumplir los principios de la ley de Dios en actos de misericordia y amor, representaremos el carácter de Dios ante el mundo.Al cumplir hoy el ministerio de Cristo, debemos hacer lo que él hizo, y no sólo predicar el evangelio a los pobres, sino también sanar a los enfermos, alimentar a los hambrientos y levantar a los caídos (ver Luc. 4:18, 19; Mat. 14:14). Pero el versículo 16 de Mateo 14 explica que era así para que no tengan “necesidad de irse”. El propio ejemplo de Cristo es decisivo para sus seguidores.La respuesta que dio Jesús a la fingida preocupación de Judas por los pobres: “Porque siempre tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis” (Mat. 26:11), nos recuerda que lo que la gente necesita más desesperadamente es el “Pan de vida”. Sin embargo, también reconocemos que lo físico y lo espiritual son inseparables. Al apoyar los planes públicos y de la iglesia para aliviar el sufrimiento, y por los esfuerzos compasivos personales y de conjunto, aumentaremos esa misma actividad espiritual.

Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo

Día, el 5 de julio de 1990 en el Congreso de la Asociación General realizado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.

Con el comienzo de las hostilidades en Irak, el Departamento de Comunicación de la sede mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en nombre de la oficina del presidente, emitió la siguiente declaración: "El estallido de la guerra en Irak es todavía otra oportunidad para la gente de fe para sostener la esperanza frente a la desesperación. Los cristianos adventistas del séptimo día constituyen un pueblo de paz que se unen a sus conciudadanos del mundo en orar por una rápida terminación de las hostilidades en curso.

Como una activa comunidad de fe en cada nación de la tierra, no podemos considerar a ningún país como una nación de villanos, sino más bien como personas por las cuales el Hijo de Dios, Jesucristo, murió.; Recordamos a los cientos de miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Irak, que adoran a Dios en tres congregaciones, incluyendo Bagdad y la antigua ciudad de Nínive; nuestras fervientes oraciones se elevan por ellos y por todos los que están relacionados con este conflicto.

Nos reconsagramos para ministrar esperanza en medio de la desesperanza.; Anhelamos ofrecer sanidad y ser sensibles con las personas cuyas vidashan sido quebrantadas, dondequiera estén. Ésta es una parte integral de nuestro llamamiento.

Las iglesias deberían ser conocidas no sólo por sus contribuciones espirituales --si bien éstas son fundamentales--, sino también por su aporte a la calidad de vida, y en esta relación ser pacificadores es esencial. Exhortamos a los cristianos y a las personas de buena voluntad en todo el mundo a asumir un papel activo en promover y afianzar la paz, siendo de esa manera parte de la solución y no parte del problema.*

A la vez que oramos y trabajamos para que prevalezca la paz, también reconocemos --y declaramos-- que la única paz verdadera vendrá cuando esa bendita esperanza del regreso de Cristo a la Tierra sea una realidad.;; Que ese día llegue pronto, y que esa esperanza brille resplandeciente aun en estas horas oscuras.

* Vea en este libro, “Un llamado a la paz”, Junta Ejecutiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, 18 de abril de 2002 (p. 90 en esta publicación).

Declaración difundida el 20 de marzo de 2003 por el Departamento de Comunicación de la sede mundial de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en nombre de la Oficina del presidente, Silver Spring, Maryland, EE.UU.

Un peligro para la libertad religiosa

Desde el comienzo de la iglesia, los adventistas han reconocido su responsabilidad cristiana como promotores activos de la libertad religiosa,creyendo que cada persona tiene libertad de conciencia y el derecho de expresión religiosa, sujeto a iguales derechos que los demás. Los adventistas han estado y continuarán cooperando y trabajando junto con otras personas y organizaciones con el fin de defender la libertad religiosa de todos los pueblos, particularmente en conjunción con la Asociación Internacional de Libertad Religiosa, fundada en 1893.Si bien las Naciones Unidas en sus declaraciones y convenciones han expuesto claramente los principios de la libertad religiosa, y aun cuandomuchos países han adoptado estos principios en sus constituciones y; leyes, en la práctica esta libertad está siendo atacada a menudo en un número creciente de países, especialmente en relación con las minorías religiosas. Dos peligrosas fuerzas opositoras están obrando en el mundo moderno, ambas con la capacidad de violar la libertad religiosa:

1) Primeramente, existe un tipo de secularización antirreligiosa que quiere eliminar la religión de la vida pública y social. En varios países sehan publicado listas de grupos religiosos supuestamente “peligrosos”, que casi siempre son minorías, y se los cataloga como “sectas”. A esos cuerpos religiosos se les puede negar el acceso a los medios de comunicación y a veces experimentan la hostilidad de la prensa.

2) En segundo lugar, existe un crecimiento del fundamentalismo religioso –que es extremismo religioso– que está surgiendo en muchas religionesmundiales. En sus peores manifestaciones, este extremismo religioso está comprometido en la violencia dirigida, no solamente para restringir lalibertad religiosa, sino también para eliminar aquellos que sostienen creencias diferentes. También están surgiendo la discriminación y los crímenes basados en el odio religioso. Esta posición extremista expresa oposición hacia las creencias y los creyentes que considera que están en error, y pisotea derechos humanos fundamentales. Tales actitudes son condenadas correctamente por todas las personas de buena fe.Llamamos a todos, tanto dentro como fuera de nuestra comunidad de fe, a trabajar sabia y efectivamente para reducir la intolerancia y el extremismo religiosos. La educación debería jugar un papel cada vez más significativo al enseñar el respeto por los derechos religiosos de toda persona y ayudar a establecer una cultura de la paz y la tolerancia religiosa. La dignidad de todos los seres humanos, creados a la imagen de Dios, requiere respeto mientras los cristianos buscan testificar a los que tienen otra fe. Se debería usar una terminología precisa, transparente, y que no sea deliberadamente ofensiva.

Esta declaración fue votada por la Junta Directiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, para ser publicada en el Congreso de la Asociación General realizado en St. Louis,

Missouri, EE.UU., el 5 de julio de 2005.

Los juegos de azar —definidos como aquellos en los que hay que pagar, impactan en forma creciente a más y más personas en el mundo entero.La idea de ganar a expensas de otros ha llegado a ser una maldición moderna.La sociedad paga grandes costos por los crímenes asociados a ellos, por el sostén de las víctimas y por la destrucción de las familias, ya que todoesto erosiona la calidad de vida. Los adventistas se han opuesto en forma consistente a los juegos de azar por ser incompatibles con los principios cristianos. No es una forma apropiada de entretenimiento o un medio legítimo para recolectar fondos.Los juegos de azar violan los principios cristianos de la mayordomía.Dios identifica al trabajo como el método apropiado para obtener beneficios materiales, y no un juego de azar en el que se sueña con ganar a expensas de otros. Los juegos de azar tienen un impacto masivo sobre la sociedad, y producen grandes costos financieros por los crímenes que se cometen para mantener los hábitos del juego, por el aumento en el costo de la seguridad pública y los gastos legales, así como por los crímenes asociados que involucran drogas y prostitución. Los juegos de azar no generan ingresos; más bien, lo quitan de aquellos que a menudo no pueden darse el lujo de perder, y produce unos pocos ganadores; el mayor ganador, por supuesto, es el operador de esos juegos. La idea de que la práctica del juego puede tener un beneficio económico positivo es una ilusión. Además, los juegos por dinero violan el sentido cristiano de responsabilidad por la familia, los vecinos, los necesitados y la iglesia.1

El juego crea esperanzas falsas. El sueño de ganar “la Grande” reemplaza a la verdadera esperanza con falsos sueños de posibilidades de ganar,porque estadísticamente son improbables. Los cristianos no deben poner sus esperanzas en la riqueza. La esperanza cristiana de un futuro glorioso prometido por Dios es “segura y verdadera”, a diferencia y en oposición al sueño de juego. La gran ganancia que señala la Biblia es una “piedad acompañada de contentamiento”.2

Los juegos de azar son adictivos. La cualidad adictiva del juego es claramente incompatible con un estilo de vida cristiano. La iglesia procuraayudar a quienes sufren de la adicción al juego y a otras adicciones, y no culparlos. Los cristianos reconocen que son responsables ante Dios por sus recursos y estilo de vida.3

La organización adventista no condona las rifas o loterías para reunir fondos, y estimula a sus miembros a no participar en alguna actividad tal, bien intencionada que sea. Tampoco la iglesia mira con buenos ojos los juegos de azar patrocinados por el Estado. La Iglesia Adventista del Séptimo Día invita a todas las autoridades a prevenir la siempre creciente disponibilidad del juego con sus efectos dañinos sobre los individuos y la sociedad. La Iglesia Adventista del Séptimo Día rechaza los juegos de azar como fueron definidos más arriba, y no solicitará ni aceptará financiaciones quesean claramente derivadas del juego.

Referencias:

1 1 Tes. 4:11; Gén. 3:19; Mat. 19:21; Hech. 9:36; 2 Cor. 9:8, 9.

2 1 Tim. 6:17; Heb. 11:1; 1 Tim. 6:6.

3 1 Cor. 6:19, 20.

Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM),; para ser publicada en ocasión del Congreso de la Asociación General celebrado en Toronto, Canadá,

del 29 de junio al 9 de julio de 2000.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día expresa su grave preocupación con respecto a la situación en Yugoslavia, particularmente en la provincia deKosovo. Aunque está preocupada por el bienestar de sus muchos feligreses y del funcionamiento de la organización de la iglesia en esa parte del mundo, la iglesia está aún más preocupada acerca del empeoramiento de la situación humanitaria en Kosovo y otras zonas de la región, donde existen centenares de miles de personas desplazadas y desamparadas.La Iglesia Adventista del Séptimo Día es una comunidad religiosa mundial y, por principio, procura no involucrarse en problemas políticos. Laiglesia ha rehusado consistentemente a hacerlo, y tiene la intención de mantener esta posición en la crisis actual que se centra en Kosovo. Sin embargo, rechaza el uso de la violencia como método para resolver conflictos, sean de limpieza étnica o de bombardeos.La Iglesia Adventista del Séptimo Día está lista para hacer su parte, con su larga tradición de trabajo activo y silencioso en favor de los derechos humanos, incluyendo específicamente la libertad religiosa y los derechos de las minorías. La iglesia procurará hacerlo mediante su estructura organizativa mundial, en cooperación con los dirigentes y los miembros de la iglesia en la región de los Balcanes, para promover una comprensión más profunda y un mayor respeto por los derechos humanos y la no discriminación, para satisfacer las clamorosas necesidades humanas, y para trabajar en favor de la reconciliación entre las comunidades nacionales, étnicas y religiosas. En la crisis actual, la Iglesia Adventista del Séptimo Día se ha comprometido a hacer todo lo posible, a través de la Agencia de Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA, la agencia humanitaria establecida por la iglesia), a llevar alivio a los muchos miles de refugiados, sin tomar en cuenta su religión, grupo étnico al que pertenecen o estatus social, que han huido de la provincia de Kosovo a los estados vecinos, observando muy de cerca la situación y las necesidades de la población civil de Yugoslavia, dentro y fuera de Kosovo. La iglesia utilizará su infraestructura en la región en sus esfuerzos por aliviar la crisis.La Iglesia Adventista del Séptimo Día anima a la comunidad internacional y a las autoridades de los gobiernos involucrados a luchar para ponerfin a la crisis sobre la base de los principios éticos, morales y cristianos de los derechos humanos, y a la buena fe en las negociaciones que sean justas para todos los que están involucrados, y que conduzca a mejores relaciones entre ellos.Además, la iglesia solicita a todos sus miembros, y a la comunidad de fe en general, que ore por la ayuda divina con el fin de restaurar la paz y labuena voluntad a esta región que tanto sufre.

Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General el 6 de abril de 1999, y publicada por la Oficina de Asuntos Públicos de la Asociación General.

Uno de los problemas políticos y éticos más grandes de nuestros días es el tema de la guerra y la paz. Es confuso y complejo. La desesperanzaflota en los corazones y las mentes, pues millones temen un holocausto nuclear sin una esperanza básica en una vida posterior o una vida eterna.Hoy hay una situación nueva, sin paralelo en la historia. Los seres humanos han desarrollado los medios para destrucción propia de la humanidad,medios que están llegando a ser cada vez más “efectivos” y “perfeccionados”, aunque difícilmente sean estas las palabras correctas. Desde la Segunda Guerra Mundial, los civiles ya no son dañados en forma ocasional o incidental; han llegado a ser el blanco.Los cristianos creen que la guerra es el resultado del pecado. Desde la caída del hombre, la lucha ha sido un hecho permanente de la existenciahumana. “Satanás se deleita en la guerra... Su objetivo consiste en hostigar a las naciones a hacerse mutuamente la guerra” (El conflicto de los siglos, p. 646). Es una táctica de distracción para interferir con la tarea del evangelio. Aunque se ha evitado un conflicto global durante los últimos 40 años, ha habido tal vez unas 150 guerras entre naciones y dentro de algunas naciones, en las que perecieron millones de personas.Hoy, virtualmente cada gobierno pretende trabajar para el desarme y la paz. Pero a menudo los hechos conocidos parecen apuntar en otra dirección. Las naciones gastan una porción enorme de sus recursos financieros para acumular materiales nucleares y otros materiales de guerra, suficientes para destruir la civilización como la conocemos hoy. Los informes que dan las noticias se concentran en los millones de hombres, mujeres y niños que sufren y mueren en guerras e intranquilidad civil, y tienen que vivir en la pobreza y la miseria. La carrera armamenticia, con su colosal desperdicio de fondos y recursos humanos, es una de las obscenidades obvias de nuestros días.Por lo tanto, es correcto y adecuado que los cristianos promuevan la paz. La Iglesia Adventista del Séptimo Día anima a cada nación a transformar“sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces” (Isa. 2:4). La Creencia Fundamental Nº 7 de la Iglesia Adventista, basada en la Biblia,afirma que los hombres y las mujeres fueron “creados para la gloria de Dios” y “se los llama a amar a su Creador y los unos a los otros, y a cuidarde su ambiente”, no a destruirlo o a herirse entre sí. Cristo mismo dijo: “Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos deDios” (Mat. 5:9).; Aunque no se puede obtener la paz con pronunciamientos oficiales de la iglesia, la iglesia cristiana auténtica debe trabajar por la paz entre el primer y el segundo advenimientos de Cristo. Sin embargo, la esperanza de la segunda venida de Cristo no debe existir en un vacío social. La esperanza adventista debe manifestarse y traducirse en una profunda preocupación por el bienestar de cada miembro de la familia humana. Al mismo tiempo, es verdad que la acción cristiana de hoy y mañana no introducirá por sí misma el próximo reino de paz; sólo Dios puede iniciar este reino con el regreso de su Hijo.En un mundo lleno de odio y contiendas, en un mundo de luchas ideológicas y conflictos militares, los adventistas desean ser conocidos comopacificadores, y trabajar para la justicia y la paz universales bajo Cristo como la cabeza de una nueva humanidad.

Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo

Día, el 27 de junio de 1985 en el Congreso de la Asociación General desarrollado en Nueva Orleans, Luisiana, EE.UU

Nuestro mundo tiene tensiones internacionales, explotación habitual, caos económico, terrorismo frecuente y repetida apelación a las armas.Esta hostilidad e incertidumbre ponen en peligro la paz y la civilización en este planeta. Crean obstáculos al testimonio cristiano a través de las fronteras, y tienden a inhibir la evangelización. Pueden conducir a crear restricciones a la libertad religiosa.Cuando los adventistas enfrentan este mundo tormentoso y confundido, se despierta su conciencia. Los delegados a la 53ª sesión del Congresode la Asociación General invitan al pueblo de Dios de todos los países a orar fervientemente por la paz mundial y la retención de los vientos de contiendas y guerras. Los adventistas, por precepto y por ejemplo, deben levantarse y trabajar en favor de la paz y la buena voluntad hacia los hombres, y así ser llamados pacificadores y constructores de puentes.Invitamos a todos los adventistas y a otras personas de buena voluntad que, en lo que esté a su alcance, ayuden a crear una atmósfera de cooperación y fraternidad que conduzca a intercambios entre culturas y sistemas ideológicos diferentes, y a una mejor comprensión entre las personas de todas las razas, creencias religiosas y convicciones políticas.Siendo que el tiempo es corto, y en vista de las innumerables oportunidades ante el pueblo de Dios para testificar y hacer avanzar el evangelio,mientras la situación preapocalíptica prevalezca todavía, llamamos con sentido de urgencia a cada hijo de Dios a participar en un programa concertado de evangelización en todos los continentes y conducido “por su Espíritu”.

Esta declaración fue adoptada por el Congreso de la Asociación General realizado en Dallas, Texas, en abril de 1980.

Vivimos en un mundo cada vez más inestable y peligroso. Los eventos recientes resultaron en un aumento del sentimiento de vulnerabilidady del temor individual o colectivo ante la violencia. En el mundo, millones de personas son perseguidas por la guerra y por un sentimiento de aprensión, oprimidas por el odio y por la intimidación.

Guerra total

Desde mediados del siglo pasado la humanidad ha vivido en una era de guerra total. Eso implica que, teóricamente hablando, los habitantes de laTierra pueden eliminar toda su civilización, evitable sólo por la providencia divina. Armas bioquímicas y nucleares de destrucción masiva estánapuntadas hacia los grandes centros urbanos. Naciones y sociedades son movilizadas para la guerra o son su blanco, y, cuando irrumpe el conflicto, éste se desarrolla con gran violencia y destrucción. La justificación para la guerra se ha tornado más compleja, sobre todo porque los avances tecnológicos hacen posible una mayor precisión en los blancos de destrucción con un mínimo de muertes entre la población civil.

Una nueva dimensión

Mientras las Naciones Unidas y varios organismos religiosos han proclamado a la primera década del siglo XXI como la década de la promoción de la paz y seguridad en lugar de la violencia en sus diferentes formas, ha surgido una nueva e insidiosa dimensión de la violencia: el terrorismo internacional organizado. El terrorismo en sí no es algo nuevo, lo nuevo es la red mundial de terrorismo. Un nuevo factor es asociar el terrorismo a supuestos mandatos divinos que darían un fundamento intelectual, bajo pretexto de una guerra cultural o incluso una guerra “religiosa”.El aumento del terrorismo internacional deja en claro que no se trata sólo de una nación o Estado que hace la guerra, sino de grupos humanos quese unen para ese fin. Como lo destacó una prominente fundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día cien años atrás, “la inhumanidad del hombre para con el hombre es nuestro mayor pecado” (El ministerio de curación, p. 121). Es un hecho que la naturaleza humana tiende hacia la violencia. Partiendo de la perspectiva cristiana, todas esas acciones deshumanas son de hecho parte de la guerra cósmica, del gran conflicto entre el bien y el mal.

El terrorismo explota el concepto de Dios

Los terroristas, especialmente aquellos cuyas motivaciones están fundadas en la religión, reivindican que su causa es absoluta, y que por eso matarindiscriminadamente se justifica plenamente. Mientras reivindican ser representantes de la justicia de Dios, dejan de representar totalmente el gran amor de Dios.También este tipo de terrorismo internacional es totalmente ajeno al concepto de libertad religiosa. Se basa en un extremismo político y/o religioso,y en un fanatismo fundamentalista que se arroga el derecho de imponer determinada convicción religiosa o visión mundial y de destruir a losque se oponen a sus convicciones. Imponer el punto de vista religioso personal a otros por medios inquisitivos y de terror involucra el deseo de explotar y manipular a Dios dándole una imagen maligna y violenta. El resultado es desconsideración por la dignidad de los seres humanos creados a imagen de Dios.Aunque es inevitable que las naciones y los pueblos intenten defenderse de la violencia y el terrorismo a través de una respuesta militar que puede representar éxito a corto plazo, una respuesta efectiva a los problemas profundos de divisiones en la sociedad no puede ser alcanzada por el uso de medios violentos.

Los pilares de la paz

Tanto desde la perspectiva cristiana como desde la práctica, la paz duradera involucra por lo menos cuatro elementos: diálogo, justicia, perdóny reconciliación.

Diálogo - Existe la necesidad de diálogo o discusión en lugar de discursos violentos y gritos de guerra. La paz duradera no es el resultado de medidas violentas, sino que se la alcanza por medio de la negociación, el diálogo e, inevitablemente, el compromiso político. El discurso racional tiene más autoridad que la fuerza militar. Conforme lo enseña la Biblia, particularmente los cristianos tienen que estar dispuestos al “diálogo”.

Justicia- Lamentablemente, el mundo está lleno de injusticia, que tiene como consecuencia la contienda. La justicia y la paz van tomadas de la mano, así como la injusticia y la guerra. La pobreza y explotación originan el descontento y la desesperanza, que conducen a la desesperación y la violencia. Por otro lado, “la palabra de Dios no sanciona los métodos que enriquezcan a una clase mediante la opresión y las penurias impuestas a otra”(El ministerio de curación, p. 141).La justicia requiere respeto por los derechos humanos, en especial por la libertad religiosa, que trata acerca de las aspiraciones humanas más profundas y es el fundamento de todo derecho humano. La justicia requiere ausencia de discriminación, respeto por la dignidad e igualdad humanas, y una distribución más equitativa en la atención de las necesidades de la vida. Las políticas sociales y económicas darán por resultado la paz o el descontento. La preocupación de los adventistas por la justicia social se manifiesta a través del apoyo y la promoción de la libertad religiosa, y por mediode organizaciones y departamentos de la iglesia que trabajan para mitigar la pobreza y las condiciones de marginación. Tales esfuerzos por partede la iglesia pueden, a lo largo del tiempo, reducir el resentimiento y el terrorismo.

Perdón - El perdón normalmente es considerado como algo necesario para restablecer las relaciones interpersonales rotas. Es enaltecido en la oración que Jesús enseñó a sus seguidores (Mat. 6:12). Sin embargo, no debemos olvidar las dimensiones corporativas, sociales e incluso internacionales.Para que exista paz es vital dejar los fardos del pasado, trasponer el suelo devastado por la guerra y empeñarse en la reconciliación. Como mínimorequiere el olvido de las injusticias y violencias del pasado; y más, involucra el perdón que absorbe el dolor sin venganza.Debido a la naturaleza pecaminosa de los seres humanos y a la violencia resultante, es necesario algún tipo de perdón con el fin de romper el círculo vicioso de resentimiento, odio y deseo de venganza en todos los niveles.El perdón es contrario a la naturaleza humana. Lo natural para los seres humanos es la venganza y el devolver mal por mal.Por tanto, en primer lugar, existe la necesidad de promover la cultura del perdón en la iglesia. Como cristianos y líderes de la iglesia, es nuestrodeber ayudar a individuos y naciones a libertarse de las amarras del pasado y a rehusarse, año tras año y generación tras generación, a gestar el odio y la violencia en relación con experiencias pasadas.

Reconciliación- El perdón proporciona el fundamento para la reconciliación, que está acompañada de la restauración de las relaciones rotas yhostiles. La reconciliación es la única vía para el éxito en el camino de la cooperación, armonía y paz.Convocamos a iglesias y a líderes cristianos a ejercer el ministerio de la reconciliación y a actuar como embajadores de buena voluntad, sinceridady perdón (ver 2 Cor. 5:17-19). Ésta siempre será una tarea difícil y sensible.Mientras intentamos evitar las muchas trampas que están a lo largo del camino, debemos proclamar la libertad en la tierra y decir NO a la persecución, discriminación, abyecta pobreza y otras formas de injusticia. Es responsabilidad cristiana empeñarnos en proveer protección a los que están en peligro de sufrir violencia, explotación y terrorismo.

Apoyo a la calidad de vida

Son válidos, pero no bastan, los esfuerzos silenciosos de organismos religiosos y de individuos que actúan detrás de escena. “No somos solamente criaturas de un ambiente espiritual. Estamos activamente interesados en todo lo que afecta al trazado del camino por el que nuestra vida transita, y estamos preocupados con el bienestar de nuestro planeta”. El ministerio cristiano de la reconciliación “contribuirá a la restauración de la dignidad, igualdad y unidad humana por medio de la cual los seres humanos se ven unos a los otros como miembros de la familia de Dios” (Citado del Pr. Jan Paulsen, presidente de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día).Las iglesias no deberían ser sólo conocidas por sus contribuciones espirituales, aunque éstas sean fundamentales, sino también por su apoyo a lacalidad de vida; en relación con esto último, promover la paz resulta esencial. Necesitamos arrepentirnos de las expresiones o los actos de violencia en los cuales los cristianos y las iglesias, a lo largo de la historia y hasta recientemente, estuvieron involucrados como actores, o siendo tolerantes y hasta justificándolos. Convocamos a los cristianos y a las personas de buena voluntad alrededor del mundo a participar activamente en la promoción y sustentación de la paz, siendo de este modo parte de la solución y no del problema.

Pacificadores

La Iglesia Adventista del Séptimo Día aboga por una armonía no coercitiva del venidero reino de Dios. Esto requiere la construcción de puentesque promuevan la reconciliación entre los varios lados del conflicto. De acuerdo con las palabras del profeta Isaías, “serás llamado reparador deportillos, restaurador de calzadas para habitar” (Isa. 58:12). Jesucristo, el Príncipe de la Paz, desea que sus seguidores sean pacificadores en la sociedad, y por eso los llama bienaventurados (Mat. 5:9).

Cultura de la paz por medio de la educación

La Iglesia Adventista del Séptimo Día opera el segundo mayor sistema educacional eclesiástico del mundo. Cada una de sus más de seis mil instituciones de enseñanza, desde los cursos elementales hasta el superior, está siendo incentivada a dedicar una semana del año lectivo para enfatizar y enaltecer, por medio de programas diversos, el respeto, la conciencia cultural, la no-violencia, el ser pacificadores, la solución de conflictos y la reconciliación; todo como una contribución “adventista” específica a la cultura de la armonía y de la paz social. Con esto en mente, el departamento de Educación de la iglesia está preparando un currículo y otros materiales que tienen como objetivo ayudar a la implementación de este programa relacionado con la paz.La instrucción del feligrés con relación a la no-violencia, a la paz y a la reconciliación necesita ser un proceso continuo. Los pastores son convocados a utilizar el púlpito para proclamar el evangelio de la paz, el perdón y la reconciliación –que rompe las barreras creadas por las diferencias raciales, étnicas, de nacionalidad, de sexo y religiosas–, y a promover relaciones humanas pacíficas entre individuos, grupos y naciones.

La esperanza cristiana

Aunque la promoción de la paz parezca una tarea imposible, existe la promesa y la posibilidad de transformación por medio de la renovación. Todaviolencia y terrorismo es, desde el punto de vista teológico, un aspecto de la continua controversia entre Cristo y Satanás. El cristiano tiene esperanza porque tiene certeza de que el mal, el misterio de la iniquidad, seguirá su curso y será vencido por el Príncipe de Paz cuando el mundo sea restaurado.Esta es nuestra esperanza. El Antiguo Testamento, a pesar de registrar guerras y violencias, presenta el anhelo de la nueva creación y sus promesas que, así como en el Nuevo Testamento, ponen fin al círculo vicioso de guerra y terror, cuando las armas desaparecerán y se tornarán implementos agrícolas, y la paz y el conocimiento de Dios y su amor cubrirán la tierra así como las aguas los océanos (ver Isa. 2:4; 11:9).Mientras tanto, debemos seguir en todas nuestras relaciones la regla de oro, que nos pide que hagamos a los demás aquello que gustaríamos quelos otros nos hagan (ver Mat. 7:12), y no sólo amar a Dios sino también amar como él ama (ver 1 Juan 3:14, 15; 4:11, 20, 21).

Esta declaración fue votada durante el Concilio de Primavera de la Junta Ejecutiva de la Asociación General realizada el 18 de abril de 2002 en Silver Spring, Maryland.

La pobreza está presente en cada sociedad. La pobreza despoja a los seres humanos de sus derechos más fundamentales. Mantiene a la gente con hambre; la priva de atención médica, agua potable, educación, oportunidad de trabajar, y a menudo resulta en una sensación de impotencia, desesperanza e inequidad. Cada día, más de 24.000 niños mueren debido a condiciones prevenibles causadas por la pobreza.

Los adventistas del séptimo día creen que las acciones para reducir la pobreza y sus consecuencias concomitantes son una parte importante de la responsabilidad social cristiana. La Biblia revela claramente el especial interés de Dios en los pobres y sus expectativas acerca de cómo sus seguidores deberían responder a los que no son capaces de cuidar de sí mismos.

Todos los seres humanos llevan la imagen de Dios y son los recipientes de la bendición de Dios (Lucas 6:20). Al trabajar con los pobres, seguimos el ejemplo y la enseñanza de Jesús (Mateo 25:35, 36). Como comunidad espiritual, los adventistas del séptimo día abogan por la justicia para los pobres y “abren su boca por el mudo” (Proverbios 31:8) y contra los que “apartan del juicio a los pobres” (Isaías 10:2). Participamos con Dios, que “tomará a su cargo la causa del afligido” (Salmo 140:12).

Trabajar para reducir la pobreza y el hambre significa más que mostrar simpatía por los pobres. Significa abogar por políticas públicas que ofrezcan justicia y equidad para los pobres, a favor de su fortalecimiento y sus derechos humanos. Significa patrocinar y participar en programas que apuntan a las causas de la pobreza y el hambre, ayudando a la gente a construir vidas sustentables. Este compromiso con la justicia es un acto de amor (Miqueas 6:8). Los adventistas del séptimo día creen que es además un llamado a vivir vidas de sencillez y modestia que testifiquen contra el materialismo y la cultura de la opulencia.

Los adventistas del séptimo día se unen a la comunidad global en respaldar las Metas de Desarrollo del Milenio, de las Naciones Unidas, para reducir la pobreza en por lo menos el 50% hasta el año 2015. En apoyo de esto, los adventistas del séptimo día participan con la sociedad civil, los gobiernos y otras entidades, trabajando en conjunto local y globalmente con el fin de colaborar en la obra de Dios estableciendo justicia perdurable en un mundo quebrantado.

Como seguidores de Cristo nos comprometemos en esta tarea con decidida esperanza, vigorizada con la visionaria promesa de Dios de un cielo nuevo y una tierra nueva donde no hay pobreza o injusticia. Los adventistas son llamados a vivir creativa y fielmente dentro de la visión del Reino de Dios, obrando para terminar con la pobreza ahora.

Esta declaración fue aprobada y votada por la Junta Ejecutiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día el 23 de junio de 2010, y difundida en ocasión del Congreso de la Asociación General realizado en Atlanta, Georgia, EE.UU., del 24 de junio al 3 de julio de 2010.

Uno de los males odiosos de nuestros días es el racismo, la creencia o la práctica que considera o trata a ciertos grupos raciales como inferioresy, por lo tanto, justifica que se los haga objeto de discriminación, dominación y segregación.Aunque el pecado del racismo es un fenómeno muy antiguo basado en la ignorancia, el miedo, la separación y el falso orgullo, algunas de sus manifestaciones más repugnantes han ocurrido en nuestros días. El racismo y los prejuicios irracionales actúan como un círculo vicioso. El racismo está entre los prejuicios más arraigados que caracterizan a los seres humanos pecaminosos. Sus consecuencias son generalmente muy devastadoras, porque el racismo fácilmente llega a institucionalizarse y a legalizarse en forma permanente, y sus manifestaciones extremas pueden conducir a una persecución sistemática y aun al genocidio.La Iglesia Adventista del Séptimo Día deplora todas las formas de racismo, incluyendo la política del apartheid con su segregación forzada y sudiscriminación legalizada. Los adventistas desean ser fieles al ministerio reconciliador asignado a la iglesia cristiana. Como una comunidad mundial de fe, la Iglesia Adventista del Séptimo Día desea testificar y exhibir en sus propias filas la unidad y el amor que trasciende las diferencias raciales y se sobrepone a la pasada alienación entre las razas.Las Escrituras claramente enseñan que cada persona fue creada a la imagen de Dios, quien “de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres,para que habiten sobre toda la faz de la tierra” (Hech. 17:26). La discriminación racial es un agravio a los seres humanos compañeros nuestros, quienes fueron creados a la imagen de Dios. Por lo tanto, el racismo es realmente una herejía y en esencia una forma de idolatría, porque limita la paternidad de Dios al negar la hermandad de toda la humanidad y al exaltar la superioridad de la raza de uno mismo.Las normas para los adventistas son reconocidas en la Creencia Fundamental Nº 14, basada en la Biblia, “La unidad en el cuerpo de Cristo”. Allíse señala: “En Cristo somos una nueva creación; las distinciones de raza, cultura, educación y nacionalidad, así como las diferencias entre posiciones elevadas y humildes, ricos y pobres, varones y mujeres, no deben producir divisiones entre nosotros. Somos todos iguales en Cristo, el cual por un Espíritu nos ha unificado en una comunión con él y los unos con los otros; debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas”.Cualquier otro enfoque destruye el centro del evangelio cristiano.

Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo

Día, el 27 de junio de 1985 en el Congreso de la Asociación General celebrado en Nueva Orleans, Luisiana, EE.UU.

Los adventistas deploran toda forma de discriminación basada en la raza,; la tribu, la nacionalidad, el color o el género, y procuran combatirla.Creemos que cada persona fue creada a la imagen de Dios, quien hizo de una sangre a todas las naciones (Hech. 17:26). Procuramos continuar elministerio reconciliador de Jesucristo, quien murió por todo el mundo porque en él “ya no hay judío ni griego” (Gál. 3:28). Cualquier forma de racismo elimina el corazón del evangelio cristiano.Uno de los aspectos más perturbadores de nuestros tiempos es la manifestación de racismo y tribalismo en muchas sociedades, algunas veces con violencia, pero siempre con la denigración de los hombres y las mujeres. Como un cuerpo mundial presente en más de 200 naciones, los adventistas procuran manifestar aceptación, amor y respeto hacia todos, y esparcireste mensaje sanador a través de toda la sociedad. La igualdad de todos los pueblos es una de las enseñanzas de nuestra iglesia. Nuestra Creencia Fundamental Nº 14 declara: “En Cristo somosuna nueva creación; las distinciones de raza, cultura, educación y nacionalidad, así como las diferencias entre posiciones elevadas y humildes, ricos y pobres, varones y mujeres, no deben producir divisiones entre nosotros.Somos todos iguales en Cristo, el cual por un Espíritu nos ha unificado en una comunión con él y los unos con los otros; debemos servir y ser servidos sin parcialidad ni reservas”.

Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administratíva de la Asociación General (ADCOM), y fue publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de

la Asociación General realizado en Utrecht, Holanda, del 29 de junio al 8 de julio de 1995.

Hacer que las iglesias y la comunidad sean seguras

La Iglesia Adventista del Séptimo Día afirma la dignidad y el valor de cada ser humano como la obra del Creador y el centro de la acción redentorade Dios en Jesucristo. La Escritura claramente indica que una característica distintiva de los creyentes cristianos es la calidad de sus relacioneshumanas. El espíritu de Cristo incluye amarnos y aceptarnos unos a otros, esforzarnos por afirmar y habilitar a los demás, y proteger al vulnerable ydesfavorecido.

Con esta finalidad, los adventistas, como cristianos, buscan vivir de acuerdo con los más elevados principios de conducta moral y ética al relacionarsecon otros seres humanos. Nos unimos a otros dirigentes religiosos y comunitarios que censuran todas las formas de abuso sexual y violencia familiar, y todo tráfico y explotación de mujeres y niños, sin importar su género, edad, raza, salud o status social o económico. Creemos que permanecer indiferentes e insensibles es, en realidad, condonar, perpetuar y potencialmente extender tal conducta.

Las declaraciones de la posición adventista que existen hace mucho tiempo denunciando el abuso sexual de niños y la violencia familiar, y ofreciendoorientaciones prácticas para una respuesta adecuada y solícita de la iglesia, se han esforzado por proveer un modelo para otras comunidades defe que buscan romper el silencio y responder adecuada y compasivamente a las personas que conocen de primera mano esta experiencia devastadora.Profesionales adventistas han desarrollado muchos recursos y los han compartido a través de canales gubernamentales e interconfesionales paraeducar a pastores, educadores y dirigentes eclesiásticos y comunitarios respecto de la naturaleza del problema, y de cómo ayudar a los individuos ylas familias para que puedan acceder a la red de servicios sociales y profesionales que puedan responder mejor a sus necesidades específicas.

Anualmente se dedica un sábado en las iglesias adventistas para continuar rompiendo el silencio respecto de estos asuntos y para aumentar la efectividad de la iglesia en la protección del vulnerable, con la vista puesta en la prevención. Los adventistas toman muy seriamente su responsabilidad de ayudar a hacer de la iglesia y la comunidad un lugar seguro para los niños. En el año 2000 se emitió una declaración contundente respecto del bienestar y el valor de los niños, enumerando los derechos de los niños y los múltiples desafíos que enfrentan las familias y las comunidades encargadas de su cuidado. En iglesias y escuelas adventistas de diferentes partes del mundo se han implementado políticas vigorosas para la protección de los niños. Estas políticas pueden proveer un modelo para el desarrollo de tales orientaciones en otros lugares respecto de la selección de voluntarios y las medidas apropiadas para segurar que los transgresores sean denunciados y removidos de los cargos que colocan a los niños en riesgos ulteriores. Sin embargo, las políticas son valiosas solamente en la medida en que sean implementadas.

Los adventistas han estado involucrados en forma práctica, entre otros, para establecer orfanatos. También hemos estado involucrados en actividadescomunitarias para combatir el abuso.; Además de hablar claramente en contra de las violaciones de la dignidad humana, los adventistas están comprometidos con el desarrollo de cada persona hasta su máximo potencial. La iglesia conduce un sistema educativo global. La Agencia Adventista para el Desarrollo y Recursos Asistenciales (ADRA) provee una diversidad de servicios de desarrollo para la familia y la comunidad que incluyen pequeños préstamos, seguridad de alimentos y agua, alfabetización, educación respecto del Sida y respuesta a las emergencias. A través de las iglesias adventistas en todo el mundo se ofrecen programas de entrenamiento de líderes para muchas áreas de ministerio y servicio comunitario, tales como educación en vida familiar, educación para la salud, ministerios de la mujer y de los niños, etc. Los adventistas consideran tal obra como una extensión del ministerio de Cristo, y consideran que es su privilegio unir sus manos con otros para ayudar a todos los seres humanos con los que compartimos esta aldea global.

Esta declaración fue votada por la Junta Directiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día, para ser publicada en el Congreso de la Asociación General realizado en St. Louis, Missouri, EE.UU., el 5 de julio de 2005.

Los civiles tienen a su disposición armas automáticas o semiautomáticas de tipo militar en forma creciente. En algunas regiones del mundo es relativamente fácil adquirir tales armas. Se las ve no sólo en la calle, sino también en las manos de los jovencitos en las escuelas. Se han cometido muchos crímenes con el uso de tales armas, ya que están hechas para matar gente. No tienen uso recreativo legítimo.

Las enseñanzas y el ejemplo de Cristo constituyen la guía para los cristianos actuales. Cristo vino al mundo para salvar vidas, no para destruirlas (Luc. 9:56). Cuando Pedro sacó un arma, Jesús le dijo: “Guarda tu espada en su lugar... Todos los que pelean con la espada, también a espada morirán” (Mat. 26:52). Jesús no participó en la violencia.

Algunos sugieren que la proscripción o prohibición de las armas ofensivaslimita los derechos de las personas, y que las armas no cometen crímenes sino sólo las personas. Aunque es cierto que la violencia y las inclinaciones criminales conducen a las armas, también es cierto que la disponibilidad de las armas de fuego conduce a la violencia. La oportunidad que tienen los civiles de comprar o adquirir de diversos modos armas ofensivas automáticas o semiautomáticas, sólo aumenta el número de muertes como resultado de crímenes humanos.

En la mayor parte del mundo tales armas no pueden ser adquiridas por medios legales. La iglesia considera con alarma la relativa facilidad con la cual pueden ser obtenidas en otras regiones. Su disponibilidad sólo puede abrir la posibilidad de nuevas tragedias.

La búsqueda de la paz y la conservación de la vida deberían ser las metas de los cristianos. El mal no puede frenar eficazmente al mal, sino que tiene que ser vencido con el bien. Los adventistas, junto con otras personas de buena voluntad, desean cooperar en el uso de todo medio legítimo para reducir y eliminar, donde sea posible, la causa básica del crimen. Además, pensando en la seguridad pública y en el valor de la vida humana, la venta de armas ofensivas automáticas y semiautomáticas debería ser estrictamente controlada. Esto reduciría el uso de armas por parte de personas mentalmente perturbadas y de los criminales, especialmente quienes están involucrados en actividades con drogas y de pandillas.

Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultar con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 5 de julio de 1990, en el Congreso de la Asociación General celebrado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.

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