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Declaraciones sobre temas polémicos: MATRIMONIO Y FAMILIA

Declaraciones sobre temas polémicos: MATRIMONIO Y FAMILIA


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Los adventistas afirman la dignidad y el valor de cada ser humano, y condenan toda forma de abuso físico, sexual y emocional, y cualquier tipo de violencia familiar.;

Reconocemos la difusión global de este problema y los efectos serios y de largo alcance que tienen sobre las vidas de todas las personas involucradas.; Creemos que los cristianos deben reaccionar frente al abuso y la violencia familiar, tanto dentro de la iglesia como en la comunidad. Tomamos con seriedad los informes de abuso y violencia, y hemos planteado estos problemas para su análisis en asambleas internacionales. Creemos que permanecer indiferentes y sin dar una respuesta es condonar, perpetuar y, potencialmente, extender tales conductas.

Aceptamos nuestra responsabilidad de cooperar con otros servicios profesionales, para escuchar e interesarnos por aquellos que sufren el abuso y la violencia familiar, destacar las injusticias y hablar en defensa de las víctimas.; Ayudaremos a las personas que tengan esa necesidad para identificar y acceder al espectro de servicios profesionales disponible.;

Cuando las actitudes y conductas modificadas abran las posibilidades del perdón y de un nuevo comienzo, proveeremos un ministerio de reconciliación.; Ayudaremos a las familias que sufren por las relaciones que no puedan ser restauradas. Enfocaremos las preguntas espirituales que confrontan a las personas que sufrieron el abuso, procurando comprender el origen del abuso y la violencia a familiar, y ayudar a desarrollar mejores maneras de prevenir ciclos recurrentes.

Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día (ADCOM), y fue publicada por la Oficina del presidente, Robert S. Folkenberg, en el Congreso de la Asociación General realizado en Utrecht, Holanda, del 29 de junio al 8 de julio de 1995.

Declaración de consenso

Las tecnologías científicas de nuestros días permiten un control de la fertilidad y la reproducción humanas mayor que en el pasado. Esas tecnologías hacen posible que las expectativas de embarazo y nacimiento resultantes de la relación sexual sean grandemente reducidas. Los matrimonios cristianos tienen la posibilidad de controlar la fertilidad, lo que ha creado muchas discusiones con una amplia gama de implicaciones religiosas, médicas, sociales y políticas. Las oportunidades y beneficios existen debido a las nuevas técnicas, pero también hay desafíos y desventajas. En ese sentido, deben considerarse varias cuestiones morales. Los cristianos, que son los que finalmente deben hacer sus propias elecciones sobre estos asuntos, deben ser informados para que puedan tomar decisiones sólidas basadas en principios bíblicos.

Entre los asuntos que deben ser considerados está la cuestión de si la intervención humana en el proceso biológico natural es apropiada o no. Si se considera que una intervención tal es apropiada, entonces se levantan otras cuestiones adicionales en relación con el qué, cuándo y cómo debe ser hecha esa intervención. Además hay otros asuntos relacionados, tales como:

  • La posibilidad del aumento de la inmoralidad sexual, en virtud de la disponibilidad y el uso que los métodos de control de natalidad pueden promover.
  • El dominio de uno de los sexos en relación con los privilegios y las prerrogativas sexuales tanto de las mujeres como de los hombres.
  • Diversos asuntos sociales, incluyendo la discusión sobre si una sociedad tiene derecho a limitar la libertad individual en beneficio e interés de la sociedad en general; y la discusión sobre la carga y el apoyo económico y educacional para los que están en desventajas.
  • Aspectos relacionados con el aumento de la población mundial y con el uso de los recursos naturales.

Entendemos que una declaración sobre las consideraciones morales en relación con el control de la natalidad debe ser vista dentro del contexto más amplio de las enseñanzas bíblicas acerca de la sexualidad, el matrimonio, la paternidad y el valor de los hijos; y que debe haber una comprensión de la interrelación entre esos asuntos. Conscientes de que dentro de la iglesia hay una diversidad de opiniones al respecto, se mencionan los siguientes principios bíblicos con el objeto de educar y ayudar en la toma de decisiones.

1) Mayordomía responsable. Dios creó a los seres humanos a su propia imagen, hombre y mujer, con la capacidad de pensar y tomar decisiones (Isa. 1:18; Jos. 24:15; Deut. 30:15-20). Dios le dio a los seres humanos el dominio sobre la Tierra (Gén. 1:26, 28). Ese dominio requiere e incluye la supervisión y el cuidado de la naturaleza. La mayordomía cristiana requiere también que se asuma la responsabilidad por la procreación humana. La sexualidad, como uno de los aspectos de la naturaleza humana sobre la cual el individuo ejerce mayordomía, debe ser expresada en armonía con la voluntad de Dios (Éxo. 20:14; Gén. 39:9; Lev. 20:10-21; 1 Cor. 6:12-20).

2) Propósito procreador. La perpetuación de la familia humana es uno de los propósitos de Dios para la sexualidad humana (Gén. 1:28). Aunque, de manera general, se puede inferir que los matrimonios están destinados producir descendientes, la Escritura nunca presenta la procreación como una obligación de la pareja con el fin de agradar a Dios. Sin embargo, la revelación divina le confiere un alto valor al hecho de tener hijos y expresa la alegría encontrada en la paternidad (Mat. 19:14; Sal. 127:3). Tener y educar hijos ayuda a los padres a entender a Dios y a desarrollar compasión, solicitud, humildad y abnegación (Sal. 103:13; Luc. 11:13).

3) Propósito unificador. La sexualidad tiene un propósito unificador dentro del matrimonio, propósito que es ordenado por Dios y se distingue del propósito procreador (Gén. 2:24). El propósito de la sexualidad en el matrimonio incluye alegría, placer y deleite (Ecl. 9:9; Prov. 5:18, 19; Cant. 4:16-5:1). El propósito de Dios es que los casados puedan tener comunión sexual, independiente de la procreación (1 Cor. 7:3-5), una comunión que establezca lazos fuertes y que proteja a los cónyuges de una relación impropia con otra persona (Prov. 5:15-20; Cant. 8:6, 7). En el designio de Dios, la intimidad sexual no tiene como único propósito la concepción. La Escritura no prohíbe que las parejas casadas disfruten de las delicias de las relaciones conyugales, aunque tomen medidas para prevenir el embarazo.

4) Libertad de elección. En la creación, y de nuevo a través de la redención provista por Cristo, Dios les dio a los seres humanos libertad de elección, y les pide que usen su libertad responsablemente (Gál. 5:1, 13). En el plan divino, el marido y la mujer constituyen una unidad familiar única, y ambos tienen la libertad y la responsabilidad de participar en la toma de decisiones acerca de su familia (Gén. 2:24). Los cónyuges deben ser considerados el uno con el otro al tomar decisiones acerca del control de la natalidad, estando dispuestos a considerar las necesidades del otro así como las suyas propias (Fil. 2:4). Para los matrimonios que deciden tener hijos, la elección procreadora tiene límites, ya que hay varios factores que deben orientar su elección, tales como la capacidad para proveer a las necesidades de los hijos (1 Tim. 5:8); la salud física, emocional y espiritual de la madre (3 Juan 2; 1 Cor. 6:19; Fil. 2:4; Efe. 5:25); las circunstancias sociales y políticas en las cuales los hijos nacerán (Mat. 24:19); la calidad de vida y otros recursos globales disponibles. Somos mayordomos de la creación de Dios y, por lo tanto, debemos mirar más allá de nuestra propia felicidad y deseos y considerar las necesidades de los demás (Fil. 2:4).

5) Métodos apropiados para el control de la natalidad.La decisión moral acerca de la elección y el uso de los diferentes métodos para el control de la natalidad debe surgir de la comprensión de sus probables efectos sobre la salud física y emocional, de la forma sobre la cual dichos métodos o agentes actúan, y de los gastos financieros involucrados. Hay varios métodos de control de la natalidad, incluyendo los métodos de barrera, los espermicidas y la esterilización, los cuales impiden la concepción y son moralmente aceptables. Algunos métodos contraceptivos*pueden impedir la liberación del óvulo (ovulación), impidiendo la unión del óvulo y el espermatozoide (fertilización), o pueden impedir la fijación del óvulo ya fertilizado (implantación), pero, debido a la incertidumbre acerca de cómo funcionarán en un caso dado, pueden ser considerados moralmente sospechosos por quienes creen que la protección de la vida humana comienza en la fertilización. Sin embargo, considerando que la mayoría de los óvulos fertilizados no llegan a implantarse o se pierden después de la implantación, aunque no se hayan usado métodos de control de la natalidad, los métodos hormonales de control y los DIUs, que representan un proceso similar, pueden ser vistos como moralmente aceptables. El aborto, es decir, la intencional terminación de un embarazo establecido, no es moralmente aceptable para propósitos del control de la natalidad.

6) Mal uso del control de la natalidad.Aunque la creciente capacidad técnica para manejar los asuntos que tienen que ver con la fertilidad y para protegerse contra las enfermedades sexualmente transmisibles pueden ser útiles a muchas parejas casadas, el control de la natalidad puede ser mal usado. Por ejemplo, aquellos que se involucran en relaciones sexuales premaritales o extramaritales pueden consentir más rápidamente en tales conductas a causa de la disponibilidad de los métodos de control de la natalidad.; Es verdad que el uso de esos métodos para proteger las relaciones sexuales fuera del matrimonio puede reducir los riesgos de contraer enfermedades sexualmente transmisibles y/o la gravidez. Sin embargo, el sexo fuera del matrimonio es perjudicial e inmoral, independientemente de si esos riesgos han sido o no disminuidos.

7) Un enfoque redentor. La disponibilidad que existe actualmente de los métodos de control de la natalidad hace que la educación sobre la sexualidad y la moralidad sea aun más imperativa. Debe emplearse más esfuerzos en la educación y en los enfoques redentores, y menos en la condenación, para que cada individuo sea persuadido por la apelación profunda del Espíritu Santo.;

* Algunos ejemplos actuales de esos métodos incluyen los aparatos intrauterinos (DIU), las píldoras hormonales (incluyendo “la píldora del día siguiente”), las inyecciones y los implantes. Las cuestiones sobre esos métodos deben ser consultadas con un profesional médico.

Esta declaración fue votada durante el Concilio Anual de la Junta Directiva de la Asociación General, el miércoles 29 de septiembre de 1999, en Silver Spring, Maryland, EE.UU.

El lazo familiar es el más íntimo, el más tierno y la más sagrada de todas las relaciones humanas sobre la Tierra. Dios instituyó la familia como la proveedora principal de las relaciones cálidas y preocupada por el bienestarque el corazón humano anhela. En el círculo familiar se satisfacen en forma significativa la necesidad profunda y permanente de un sentido de pertenencia, del amor y de la intimidad.Dios bendice a la familia y tiene la intención de que sus miembros se ayuden mutuamente a alcanzar la madurez y la integración. En la familia cristiana, el sentido de valor personal y de dignidad de cada miembro es afirmado y protegido en un ambiente de respeto, igualdad, sinceridad y amor. En este círculo íntimo se desarrollan las primeras actitudes y las que son las más duraderas como relaciones, y se trasmiten los valores de una generación a la siguiente.Dios también deseaba que por las relaciones familiares se obtuviera una revelación de sí mismo y de sus caminos. El matrimonio debe estar sostenido con amor mutuo, honor, intimidad y una dedicación para toda la vida, pues son los materiales que lo constituyen. Esta unión refleja el amor, la santidad, la proximidad y la permanencia del lazo entre Cristo y su iglesia. El adiestramiento y la corrección de los niños por sus padres, y la correspondiente respuesta de los hijos al afecto que les muestran, refleja la experiencia de los creyentes como hijos de Dios. Por la gracia de Dios, la familia puede ser una agencia poderosa para conducir a sus miembros a Cristo.El pecado ha pervertido los ideales de Dios para el matrimonio y la familia.; Además, la complejidad creciente de la sociedad y el enorme estrés que afecta a las relaciones lleva a que haya crisis en muchas familias actuales. Los resultados son evidentes en las vidas con relaciones quebradas, que son disfuncionales, y caracterizadas por una falta de confianza, conflictos, hostilidad y separación. Muchos miembros de la familia, incluyendo a los padres y los abuelos, pero especialmente las esposas y los hijos, sufren de violencia familiar. El abuso, tanto emocional como físico, ha alcanzado proporciones epidémicas. El creciente número de divorcios es una señal de un lto grado de discordia e infelicidad matrimoniales.Las familias necesitan experimentar una renovación y una reforma en; sus relaciones. Esto les ayudará cambiar las actitudes y prácticas destructivas que prevalecen en muchos hogares de hoy. Mediante el poder del evangelio, los miembros de las familias son capacitados para reconocer su pecaminosidad individual, y para aceptar las necesidades de unos y otros, y recibir el efecto redentor de Cristo en sus vidas y sus relaciones. Aunque algunasrelaciones familiares no llegan a ser las ideales, y el restablecimiento de las experiencias dañinas sufridas pueden no lograrse en forma completa, donde reina el amor de Cristo, su Espíritu promoverá la unidad y la armonía, haciendo de esos hogares canales de gozo y poder que den vida en la iglesia y la comunidad.

Esta declaración pública fue puesta en circulación por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, el 5 de julio de 1990 en el Congreso de la Asociación General realizado en Indianápolis, Indiana, EE.UU.

La tecnología aplicada a la medicina ha desarrollado varias alternativas destinadas a asistir a la fertilización humana. Procedimientos como fecundación, fertilización in vitro, alquiler de vientre, transferencia embrionaria y clones,* proveen cada vez más opciones para ayudar a la fertilización humana. Para los cristianos que buscan saber la voluntad de Dios acerca de este asunto, estas intervenciones suscitan serios cuestionamientos éticos. La esperanza de tener hijos generalmente es muy intensa. Cuando se frustra por problemas de esterilidad, las desilusiones que provoca la falta de hijos tiene un peso muy grande sobre muchos matrimonios. Dicho impedimento exige comprensión y compasión. Al sufrir tristezas a causa de la esterilidad, nadie debería sorprenderse de que muchos recurran a las nuevas tecnologías que ayudan a la fertilización con el fin de restaurar sus ilusiones. Sin embargo, junto con el poder que estas tecnologías ponen al alcance del ser humano, está implícita la responsabilidad de decidir si ellas deben o no ser utilizadas. Fundamentada en la convicción de que Dios se interesa en todas las dimensiones; de la vida, la Iglesia Adventista del Séptimo Día está comprometida en descubrir y adoptar los principios del Creador concernientes a la fertilización; humana. La capacidad de procrear es una dádiva de Dios, y debe ser usada para su gloria y como una bendición para la raza humana. Como resultado de un cuidadoso estudio de la Biblia y del ministerio del Espíritu Santo, la comunidad de fe puede identificar los principios fundamentales que orientan la toma de decisiones con respecto a la fertilización asistida. Entre los más importantes están los siguientes:

1) La reproducción humana es parte del plan de Dios (Gén. 1:28), y los; hijos son una bendición del Señor (Sal. 127:3; 113:9). Cuando son practicadas en armonía con los principios bíblicos, las tecnologías médicas que ayudan a las parejas estériles pueden aceptarse con tranquilidad de conciencia.

2) La falta de hijos no debería implicar un estigma social o moral, y, además, nadie debería ser presionado a tener hijos con o sin asistencia profesional calificada (1 Cor. 7:4, 7; Rom. 14:4; Mat. 19:10-12; 24:19; 1 Tim. 5:8). La decisión acerca de utilizar o no tecnologías aplicadas a la fertilización es un asunto muy íntimo, que debe ser decidido entre el marido y la esposa sin ninguna coerción. Hay muchos motivos aceptables, incluyendo la salud y los requerimientos especiales de algunas formas de servicio cristiano (1 Cor. 7:32, 33), que pueden llevar a las personas a privarse o a limitar voluntariamente la procreación.

3) Como resultado de la participación activa del padre y de la madre, el; ideal de Dios es que sus criaturas disfruten los beneficios de una familia estable (Prov. 22:6; Sal. 128:1-3; Efe. 6:4; Deut. 6:4-7; 1 Tim. 5:8). Por esta causa, los cristianos pueden buscar asistencia médica para la fertilización sólo dentro de los límites de la fidelidad y de la continuidad del matrimonio. El recurso de un tercer participante, como las donaciones de esperma, de óvulo, o la del “alquiler de útero”, implica varios problemas médicos y éticos que es mejor descartar. Además, el principio de la identidad familiar y genética son fundamentales para el bienestar individual. Es por esto que cualquier decisión concerniente a la fertilización asistida debe considerar el impacto que sufrirá la herencia y el concepto bíblico de familia.

4) La vida humana debe ser tratada con respeto en todas las fases de su; desarrollo (Jer. 1:5; Sal. 139:13-16). La fertilización asistida exige sensibilidad;; acerca del valor de la vida humana. Procedimientos como la fertilización in vitro requiere decisiones previas acerca del número de óvulos que serán fertilizados, y sobre otros aspectos morales referentes a la eliminación de cualquiera de los preembriones que quede como remanente.

5) Las decisiones concernientes a la procreación deben estar fundamentadas en informaciones completas y precisas (Prov. 12:22; Efe. 4:15, 25). Los matrimonios que están considerando la fertilización asistida deben buscar tales informaciones. A su vez, los profesionales de la salud deben orientar bien acerca de la naturaleza de los procedimientos, los riesgos físicos y emocionales, los costos, los éxitos documentados y la probabilidad de restricciones.

6) Los principios de la mayordomía cristiana son; relevantes en las decisiones concernientes a la fertilización asistida (Luc. 14:28; Prov. 3:9). Considerando que las tecnologías mencionadas son demasiado caras, las parejas que buscan ayuda con fines de lograr la fertilización, responsablemente deben considerar los gastos que ello implica. Al buscar la aplicación de estos principios, los cristianos pueden confiar que el Espíritu Santo los conducirá en sus decisiones (Juan 16:13). Además, la comunidad de fe debería ver el modo de comprender las aspiraciones de las parejas sin hijos y los problemas que ellos enfrentan (Efe. 4:11-16). Entre las alternativas para matrimonios estériles se encuentra la; adopción. Las parejas, al hacer una decisión cuidadosa, deben poder confiar en la comprensión compasiva de la familia espiritual.

* Los Editores: “Clon” es el conjunto de descendientes genotípicamente iguales que se origina de otro homocigoto por reproducción asexual o partenogenética.

En la sesión plenaria de la Junta Directiva realizada en Brasilia del 17 al 23 de noviembre de 1994, la División Sudamericana estudió y asentó en sus actas el presente documento.

La salud y la prosperidad de la sociedad están directamente relacionadas con el bienestar de sus partes constitutivas: la unidad familiar. Hoy, talvez como nunca antes, la familia está en problemas. Los comentadores sociales condenan la desintegración de la vida familiar moderna. Se ataca elconcepto cristiano tradicional del matrimonio entre un hombre y una mujer.La Iglesia Adventista del Séptimo Día, en esta época de crisis familiar, anima a cada miembro de la familia a fortalecer su dimensión espiritual ysu relación familiar mediante el amor mutuo, el honor, el respeto y la re sponsabilidad.La Creencia Fundamental Nº 23 de la Iglesia Adventista afirma que la relación matrimonial “debe reflejar el amor, la santidad, la intimidad y lapermanencia de la relación que existe entre Cristo y su iglesia... Si bien es cierto que algunas relaciones familiares pueden estar lejos de ser ideales,los cónyuges que se entregan enteramente el uno al otro en Cristo pueden lograr unidad en amor por medio de la conducción del Espíritu y el apoyo de la iglesia. Dios bendice a la familia y se propone que sus miembros se ayuden unos a otros en sus esfuerzos por lograr la madurez completa. Los padres deben guiar a sus hijos en amor y enseñarles a obedecer al Señor.Por su ejemplo y sus palabras deben enseñarles que Cristo es su amoroso Maestro, siempre tierno y solícito, que anhela verlos convertirse en miembros de su cuerpo, la familia de Dios”.Elena de White, una de las fundadoras de la iglesia, afirmó: “La obra de los padres es cimiento de toda otra obra. La sociedad se compone de familias, y será lo que la hagan las cabezas de familia. Del corazón ‘mana la vida’ (Prov. 4:23), y el hogar es el corazón de la sociedad, de la iglesia y de la nación. El bienestar de la sociedad, el buen éxito de la iglesia y la prosperidad de la nación dependen de la influencia del hogar” (El ministerio de curación, p. 269).

Esta declaración pública fue difundida por el presidente de la Asociación General, Neal C. Wilson, después de consultas con los 16 vicepresidentes mundiales de la Iglesia Adventista del Séptimo

Día, el 27 de junio de 1985 en el Congreso de la Asociación General celebrado en Nueva Orleans, Luisiana, EE.UU.

Las cuestiones relativas al matrimonio sólo pueden ser apreciadas en su verdadera dimensión cuando se las contempla en el contexto del idealdivino para el mismo. Dios estableció el matrimonio en el Edén, y Jesucristo afirmó su carácter monógamo y heterosexual, definiéndolo como unaunión de amor y compañerismo para toda la vida entre un hombre y una mujer. Al culminar su actividad creadora, Dios formó a la humanidad comohombre y mujer hechos a su propia imagen; e instituyó el matrimonio como un pacto basado en la unión física, emocional y espiritual de dos géneros, a la que la Escritura llama “una sola carne”.La unidad matrimonial, formada por la diversidad de los dos géneros humanos, refleja de un modo singular la unidad dentro de la diversidad dela propia Divinidad. A través de toda la Escritura, la unión heterosexual en el matrimonio es exaltada como un símbolo de los lazos entre Dios y la humanidad. Es un testimonio humano del amor de un Dios que se da a sí mismo y de su alianza con su pueblo. La armoniosa vinculación de un hombrey una mujer en el matrimonio es el microcosmos de la unidad social que siempre ha sido reconocida como el ingrediente fundamental de las sociedades estables. Además, en la intención del Creador, la sexualidad matrimonial no estaba destinada a servir sólo a un fin cohesivo, debía también contribuir a la propagación y perpetuación de la familia humana. En el propósito divino, la procreación brota de, y se entrelaza con el mismo proceso mediante el cual el esposo y la esposa pueden encontrar alegría, placer e integridad física. Es precisamente a un marido y a una esposa, cuyo amor les ha permitido conocerse el uno al otro en un vínculo sexual profundo, a quienes un niño puede ser confiado. El hijo es la personificación viviente de su propia unidad. El niño en crecimiento se desarrolla idóneamente en la atmósfera de unidad y amor matrimonial en el cual fue concebido, y se beneficia de la relación con cada uno de sus padres naturales.Se declara que la unión monógama de un hombre y una mujer es el fundamento divinamente ordenado de la familia y de la vida social, y que es elúnico ámbito moralmente apropiado para la expresión genital y las intimidades sexuales a ella asociadas. No obstante, el estado matrimonial no es el único plan de Dios para satisfacer las necesidades humanas de relación o para conocer la experiencia de la familia. Las personas que están solas en la vida y la amistad entre ellas están también dentro del plan de Dios. El compañerismo y el apoyo de los amigos aparecen de modo destacado en ambos testamentos de la Biblia. La confraternidad de la iglesia, la casa de Dios, está disponible para todos, independientemente de su estado civil. Sin embargo, la Escritura establece una clara demarcación social y sexual entre dichas relaciones de amistad y el matrimonio.La Iglesia Adventista del Séptimo Día adhiere sin reservas a esta visión bíblica del matrimonio, creyendo que cualquier atenuación de esa elevadaperspectiva supone, en idéntica medida, una rebaja del ideal celestial. Debido a que el matrimonio ha sido corrompido por el pecado, la pureza y labelleza del mismo, tal y como fue concebido por Dios, necesitan ser restauradas.Por medio de una adecuada valoración de la obra redentora de Cristo y de la acción de su Espíritu en los corazones humanos, puede recobrarseel propósito original del matrimonio y realizarse la deliciosa y benéfica experiencia del matrimonio de un hombre y una mujer que unen sus vidasen el compromiso conyugal.

Esta declaración fue aprobada y votada por la Comisión Administrativa del Asociación General (ADCOM) el 23 de abril de 1996.

Una reafirmación del matrimonio cristiano

Durante las últimas décadas la Iglesia Adventista del Séptimo Día ha sentido la necesidad de declarar claramente y de varias maneras su posicióncon respecto al matrimonio, la familia y la sexualidad humana. Estos temas están en el corazón de muchos problemas acuciantes que enfrenta la sociedad. Aquello que por siglos ha sido considerado como la moralidad cristiana básica en el contexto del matrimonio, actualmente está siendocuestionado en forma creciente, y no sólo en la sociedad secular sino también dentro de las iglesias cristianas mismas.

Las instituciones de la familia y el matrimonio están bajo ataque y enfrentan fuerzas centrífugas crecientes que las están destrozando. Un númerocreciente de naciones está debatiendo el tema de las “uniones del mismo sexo”, haciendo de esto un problema mundial. La discusión pública ha despertado fuertes emociones. A la luz de estos desarrollos, nuevamente la Iglesia Adventista del Séptimo Día expone con claridad su posición.

Reafirmamos, sin ninguna duda, nuestra posición de larga data. Como está expresado en las creencias fundamentales de la iglesia, “el matrimoniofue establecido por Dios en el Edén y confirmado por Jesús para que fuera una unión para toda la vida entre un hombre y una mujer, en amante compañerismo”1;;; Aunque “el pecado ha pervertido los ideales de Dios para el matrimonio y la familia”, “el lazo familiar es el más íntimo, el más tierno yla más sagrada de todas las relaciones humanas”, por lo que “las familias necesitan experimentar una renovación y una reforma en sus relaciones”.2Dios estableció “el matrimonio como un pacto basado en la unión física, emocional y espiritual de dos géneros, a la que la Escritura llama ‘una solacarne’ ”. “La unión monógama de un hombre y una mujer [...] es el único ámbito moralmente apropiado para la expresión genital y las intimidadessexuales a ella asociadas”. “Cualquier atenuación de esa elevada perspectiva supone, en idéntica media, una rebaja del ideal celestial”.3

La homosexualidad es una manifestación del desorden y la fractura en las inclinaciones y relaciones humanas producidos por la entrada del pecadoen el mundo. Mientras que todos estamos sujetos a una naturaleza humana caída, “creemos también que, por la gracia de Dios y con el ánimo dela comunidad de fe, una persona puede vivir en armonía con los principios de la Palabra de Dios”.4

Sostenemos que todas las personas, no importa cuál sea su orientación sexual, son hijos de Dios. No aprobamos que se señale a ningún grupo parahacerlo objeto de burlas o escarnio, y menos de abuso. Sin embargo, es muy claro que la Palabra de Dios no aprueba un estilo de vida homosexual;ni lo ha hecho la iglesia cristiana a lo largo de sus 2.000 años de historia.; Los adventistas creemos que la enseñanza bíblica continúa siendo válidahoy, porque está anclada en la misma naturaleza de la humanidad y en el plan de Dios para el matrimonio en la creación.

1 Creencias fundamentales de los adventistas del séptimo día, doctrina 23: “El matrimonio y la familia”.;

2 Declaración “Afirmación de la familia”, dada a conocer el 5 de julio de 1990 en el Congreso de la Asociación General realizado en Indianápolis, Indiana, EE.UU. (ver p. 50 en esta obra).

3 Declaración “Afirmación del matrimonio”, votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General el 23 de abril de 1996 (ver p. 84 en esta compilación).

4 Declaración “La homosexualidad”, votada por el Concilio Anual de la Asociación General el 3 de octubre de 1999 (ver p. 72 en este libro).

Este documento fue aprobado y votado por la Junta Directiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día el 9 de marzo de 2004.

Nosotros, los miembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, alzamos nuestra voz y nos unimos a otros para poner fin a la violencia contra mujeres y niñas. Las estadísticas globales indican que en todas las sociedades las mujeres y las niñas son más frecuentemente las víctimas de la violencia. Los actos o las amenazas que resultan en daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico son incompatibles con la ética bíblica y la moral cristiana. Tales actos incluyen, entre otros, violencia familiar, violación, mutilación genital femenina, homicidios por honor y asesinatos por la dote.

La manipulación, la denegación de la libertad personal y la coerción también son actos de abuso y violencia. A tales conductas la Iglesia Adventista del Séptimo Día dice: “¡Pongámosles fin ahora!” Los adventistas del séptimo día reconocen que la creación a imagen de Dios otorga dignidad y valor a cada individuo. La medida de ese valor se ve en la muerte sacrificial de Jesucristo para proporcionar vida eterna a todos.

El amor y la compasión que caracterizó la vida terrenal de Jesús establece un ejemplo para todos sus seguidores en su relación con los demás. La conducta semejante a la de Cristo no deja lugar para la violencia contra miembros de la familia o personas fuera de la familia.

La Biblia aconseja a los cristianos a considerar el cuerpo como el templo de Dios. Ocasionar daño intencional a otra persona desacraliza lo que Dios honra y es por consiguiente una conducta pecaminosa. Los adventistas del séptimo día se comprometen a ser líderes en romper ciclo de violencia perpetrada contra mujeres y niñas. Alzaremos nuestra voz en defensa de las víctimas y las sobrevivientes mediante la enseñanza, la predicación, el estudio de la Biblia y programas de apología.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día procura y da la bienvenida a la coparticipación y colaboración con otros en ocuparse de esta cuestión global. La voz colectiva de muchos puede salvar de daño y sufrimiento resultante de abuso y violencia a decenas de miles de mujeres y niñas.

(Esta declaración se apoya en las siguientes referencias de la Biblia: Juan 3:16; Génesis 1:26; Isaías 61:1-3; Efesios 5:2, 3; 1 Juan 3:10, 15-18; 4:11; 3 Juan 1:2; 1 Corintios 3:16, 17; 6:19; Romanos 12:1, 2.) (Véase también: “Nutrición y protección de los niños”, p. 85 de esta obra.)

Esta declaración fue aprobada y votada por la Junta Ejecutiva de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día el 23 de junio de 2010, y difundida en ocasión del Congreso de la Asociación General realizado en Atlanta, Georgia, EE.UU., del 24 de junio al 3 de julio de 2010.

La violencia familiar incluye cualquier tipo de agresión —verbal, física, emocional, sexual, o la negligencia activa o pasiva— cometida por unapersona o personas contra otra dentro del círculo familiar, sin importar si son casados, parientes, o de si viven juntos o separados, o son divorciados. Estudios actuales llevados a cabo internacionalmente muestran que la violencia en la familia es un problema global, y que ocurre entre individuos de todas las edades y nacionalidades, en todos los niveles socioeconómicos, y en familias con todos los tipos de antecedentes religiosos o no religiosos. Se encontró también que el promedio de incidencia es similar tanto en las ciudades, como en las comunidades urbanas, suburbanas, y rurales.La violencia familiar se manifiesta de diferentes maneras. Por ejemplo, puede ser la agresión física contra uno de los cónyuges. Las agresionesemocionales tales como las amenazas verbales, los accesos de ira, la desvalorización de la personalidad del otro y las exigencias irreales de perfección, son también abuso. El abuso puede, incluso, tomar la forma de coerción y violencia física dentro de la relación sexual conyugal, o la de una amenaza de violencia a través del uso de un comportamiento intimidatorio verbal o no verbal. Incluye prácticas tales como el incesto y el maltrato o el descuido de menores de edad que resulta en lesiones o daños producidos por parte de uno de los padres o tutores. La violencia contra los ancianos se manifiesta en agresiones físicas, psicológicas, sexuales, verbales, materiales, y en el abuso o negligencia médica.La Biblia indica claramente que la señal distintiva de los cristianos creyentes es la calidad de sus relaciones humanas, tanto en la iglesia como enla familia, que, en el espíritu de Cristo de aceptación y amor, busca afirmar y edificar a los otros en vez de abusar o agredirse uno a otro. No hay lugar entre los seguidores de Cristo para el control tiránico y el abuso de poder o la autoridad. Los discípulos de Cristo, motivados por su amor, son llamados a respetar y preocuparse por el bienestar de los otros, a aceptar a hombres y a mujeres como iguales, y a reconocer que cada persona tiene derecho al respeto y a la dignidad. El fracaso en relacionarse de esta forma con los demás viola su personalidad y desvaloriza a los seres humanos creados y redimidos por Dios.El apóstol Pablo, al referirse a la iglesia, habla de los “domésticos de la fe” que actúan como una prolongación de la familia, proveyendo aceptación, comprensión y ánimo a todos, especialmente a aquellos que están heridos o tienen desventajas. La Escritura habla de la iglesia como una familia donde el crecimiento personal y espiritual puede ocurrir a medida que los sentimientos de traición, rechazo y dolor son sustituidos por el perdón, la confianza y la entereza. La Biblia también habla de la responsabilidad personal del cristiano de proteger el templo de su cuerpo contra la profanación porque es el lugar de habitación de Dios.Lamentablemente, la violencia familiar ocurre en muchos hogares cristianos, y nunca debe ser justificada porque afecta profundamente la vida detodos los involucrados y muchas veces produce una percepción distorsionada de Dios, de uno mismo y de los demás.

Creemos que la iglesia tiene la responsabilidad de:

1) Cuidar de las personas involucradas en violencia familiar y atender a sus necesidades:

  1. a) Escuchando y aceptando a las personas que sufren abuso, dándoles amor y la seguridad de su valía e importancia.
  2. b) Destacando las injusticias del abuso y hablando en defensa de las víctimas, tanto en la comunidad de fe como en la sociedad.
  3. c) Proveyendo un ministerio humanitario y de apoyo a las familias afectadas por la violencia y el abuso, tratando de que tanto las víctimas comolos agresores tengan acceso al consejo de profesionales adventistas, cuando tal cosa es posible, o a la red de recursos profesionales disponiblesen la comunidad.
  4. d) Animando a los profesionales adventistas a especializarse y al establecimiento del servicio de profesionales licenciados por la iglesia, tantopara los miembros de iglesia como para las comunidades circundantes.
  5. e) Ofreciendo un ministerio de reconciliación cuando el arrepentimiento del agresor abre la posibilidad del perdón y la restauración en las relaciones. El arrepentimiento siempre incluye la aceptación total de la responsabilidad por los errores cometidos, la disposición para hacer restitución en todas las formas posibles, y cambios en la conducta para eliminar el abuso.
  6. f) Proyectando la luz del evangelio sobre la naturaleza de las relaciones esposo-esposa, padres-hijos y otras relaciones próximas, y capacitara las personas y familias a crecer a la luz de los ideales de Dios en su vida de relación.
  7. g) Guardándose contra la tendencia a aislar en la familia o en la iglesia, tanto a las víctimas como a los agresores, aunque responsabilizandofirmemente a los agresores por sus actos.

2) Fortalecer la vida familiar:

  1. a) Ofreciendo una educación para la vida familiar que esté orientada hacia la gracia y que incluya la comprensión bíblica de la reciprocidad, la igualdad y el respeto indispensable en las relaciones cristianas.
  2. b) Comprendiendo mejor cuáles son los factores que contribuyen a la violencia familiar.
  3. c) Tratando de romper el círculo recurrente de la violencia y el abuso observado a menudo dentro de las familias y a través de las generaciones.
  4. d) Corrigiendo aquellas creencias religiosas y culturales sostenidas comúnmente que pueden ser usadas para justificar o encubrir la violenciafamiliar. Por ejemplo, aunque los padres son instruidos por Dios para corregir redentoramente a sus hijos, esta responsabilidad no les da licenciapara el uso de la crueldad, o para tomar medidas disciplinarias punitivas.

3) Aceptar nuestra responsabilidad moral de estar alerta y reaccionar frente al abuso dentro de las familias de nuestras congregaciones y; comunidades, y sostener que tal conducta abusiva es una violación de las normas de vida adventistas. Ninguna indicación o informes de abuso debe ser minimizado, sino por el contrario, seriamente considerado. Para los miembros de la iglesia el permanecer indiferentes e insensibles equivale a condonar, perpetuar y, posiblemente, extender la violencia familiar.Si vamos a vivir como hijos de la luz, debemos iluminar las tinieblas dondequiera la violencia familiar ocurra en nuestro medio. Debemos cuidarlos unos por los otros, aunque sería más fácil hacernos los desentendidos.

(Estas declaraciones están basadas en los principios expresados en los siguientes textos: Éxo. 20:12; Mat. 7:12; 20:25-28; Mar. 9:33-35; Juan 13:34; Rom. 12:10, 13; 1 Cor. 6:19; Gál. 3:28; Efe.

5:2, 3, 21-27; 6:1-4; Col. 3:12-14; 1 Tes. 5:11; 1 Tim. 5:5-8.)

Esta declaración fue votada por la Comisión Administrativa de la Asociación General (ADCOM) el 27 de agosto de 1996, y fue enviada para su consideración por el Concilio Anual realizado en San

José, Costa Rica, realizado entre el 1º y el 10 de octubre de 1996.

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